devoción a su honor en el mundo, y en ese amor aprendido de Él, que no mira lo suyo propio sino a lo de los demás también, y desea ardientemente impartir a los que aún están en tinieblas las bendiciones de esa luz en que se regocija. Es el amor de Cristo que constriñe al verdadero evangelista y no la aprehensión de un futuro aterrador.” Si bien aceptamos que en general la afirmación del doctor Denney es verdad debemos equilibrarlo con afirmaciones tales como la de Pablo: “Conociendo, pues, el temor
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